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Invitación a filosofar con Juan David García Bacca

Juan David García BaccaA veces, cuando pienso en el mundo intelectual que habito —que a nadie le quepa duda de que el intelecto es mundo y, quizás, hasta universo—, concluyo que es un mundo pretérito e incluso preterido, solo presente y conocido en mí. Pretérito porque leo a los muertos; preterido porque muchos de ellos mueren en el olvido de los vivos. Sí, últimamente, no leo a los vivos. Pero los muertos que leo no son de esos inveterados en los siglos. Son muertos que vivieron vivos en mis años de vida y de quienes ahora escribo después de 8, 13, 26 o 31 años de no estar más… vivos.

En 1992 murió Juan David García Bacca. Sí, hace ahora 26 años. Pero no ha sido hasta hace apenas unos días que he sabido de su muerte y —¡vergüenza mía!— siquiera de su larga existencia viva de 91 años. Y lo hice gracias a otro muerto, muerto hace ocho años, que vive afortunadamente en las grabaciones que de su programa televisivo “A fondo” aún hoy uno en Internet encuentra: Joaquín Soler Serrano. Ellos dos, García Bacca y Soler Serrano, mantuvieron una entrevista en blanco y negro allá por el año 1979 en la que si hay algo que a mí me queda claro es que Juan David García Bacca no es un filósofo huraño ni estrambótico encerrado en su particular torre de marfil. Es un filósofo de humor hermoso, de lenguaje llano nacido de la propia entraña del pueblo. Eso es lo que procuraba él: ser filósofo para el pueblo. Y fue escuchando esa entrevista cuando irrumpió en mí la ilusión —esa “ilusión” de la que habla Julián Marías, otro de mis muertos leídos, en su Breve tratado de la ilusión— de indagar y leer alguno de sus libros —la mayoría descatalogados, preteridos. En mi elección de lectura tomé muy en cuenta el sincero consejo que García Bacca daba en aquella entrevista acerca de cuál de sus libros escoger entre su vastísima obra. No lo dudó: “Si yo fuese sincero, escogería Invitación a filosofar según espíritu y letra de Antonio Machado. Ese libro corresponde a toda la filosofía, inclusive la matemática y la física moderna, dichos en castellano aprovechándome de los diamantes literarios y filosóficos que son frases o versos de Antonio Machado [...] Todo, todo lo demás —sus otros libros—, son, si usted quiere, los pecados de mi vida pasada española”.

Indagué y descubrí que, en sus últimos años de vida —lejanos ya a la entrevista de marras—, García Bacca compuso un libro que tituló Filosofía de la música, su gran última obra. Este libro y el anterior que él mismo recomendaba me movieron a acudir a una librería de viejo que hay en la Calle del Espejo, en Madrid, para ver si, con suerte, encontraba algún libro del entrañable filósofo. Tuve suerte, y el librero de Menosdiez —que así se llama la librería— me proveyó de ambos libros en cuestión de dos días. En su lectura ando inmerso, y quien quiera saber lo que de ellos pienso, no tiene más que preguntarme cuando, quizás algún día, en el camino nos crucemos.

El poeta Gerardo Diego —otro más de mis muertos leídos— decía que lo que más definía su poesía era su vocación por expresar el ritmo y la música del universo en la música y el ritmo de su verso. Yo no aspiro a hacer versos, pero quizás sea mi vocación —al menos una de ellas— expresar los ritmos y las músicas del mundo intelectual que habito y presentarlo —hacerlo presente— a los demás con la ilusión de que a alguien le pique la curiosidad por conocer a esos mis pequeños grandes muertos preteridos.

P.S.: Joaquín Soler Serrano murió en 2010 (8); Julián Marías murió en 2005 (13); Juan David García Bacca murió en 1992 (26); Gerardo Diego murió en 1987 (31).

Michael Thallium

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