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Los premios del mejor teatro del universo

Captura de pantalla 2022-06-08 a las 14.13.51Cuando el que dicen ser el mejor teatro del universo —título que le fue concedido por un comité de expertos cientificopolíticos— decidió instaurar sus premios, nadie pensó que el Gran Monarca Europeo, presidente de honor del patronato del mejor teatro del universo, no acudiría a la primera gala de entrega de premios, unos premios que, sin duda, nacían con vocación de continuidad. La muy televisiva presentadora Xana Buruigitar hizo de maestra de ceremonias. La gala comenzó con algunos minutos de retraso y con algunas calvas —no  las que coronan las cabezas de algunos ilustres caballeros, que haberlas las hubo, sino las butacas vacías por la ausencia— en la aterciopelada platea. La gala se dividió en dos partes: una entrega de premios y un recital que posteriormente ofrecería la solicitada mezzosoprano Sylvie Rot Heiliglaub acompañada al piano por Jules Reginald.

Gregor Lys, presidente del mejor teatro del universo, tomó la palabra para pronunciar un breve discurso en recuerdo de la patrona de honor del teatro y dedicataria de esa primera gala, la señora Thérèse Garbanse, quien había fallecido, ya muy anciana, pocos días antes. El señor Lys expresó también su agradecimiento al premiadísimo escultor Christoph Kirche por haber donado al teatro el diseño de los premios. El presidente del mejor teatro del universo hizo hincapié en el carácter público de la institución, equilibrado con el patrocinio de algunas empresas privadas y con un presupuesto que contaba con una cuarta parte de participación de la ciudadanía. Por supuesto, tampoco faltó el encomio a los galardonados.

En la categoría institucional, el primero en subir al escenario para recoger el premio fue el presidente ejecutivo de la gigantesca Telecomunica, Joe Marius Alvan-Follett, quien relató la anécdota de la primera vez que acudió al mejor teatro del universo, cuarenta años antes. Tuvo que hacer cola en la calle, durante una fría madrugada de diciembre, para poder comprar las entradas del recital que el mejor tenor del mundo a la sazón, corpulento y grueso como un rikishi, daría en ese teatro. ¿Quién le iba a decir a él entonces que, luego de cuatro décadas, el mejor teatro del universo lo premiaría? El siguiente galardonado fue el consejero delegado de la potentísima Enerkraft, Joseph Borgia, quien dio gracias a los demás premiados y al patronato del mejor teatro del universo, cuya colaboración con Enerkraft cumplía veinticinco años. La tercera persona que subió al escenario fue la gerente del mastodóntico grupo ZXH, Florence Peters, más conocida para la mayoría de personas por ser la presidente del equipo de rugby que en fechas recientes había hecho botar de alegría a aficionados de todos los lugares del planeta.

Continuó la gala con los premios artísticos. El primero en subir al escenario fue el director de orquesta Louis Nicholson quien en un tono mucho menos institucional que los anteriores galardonados, dijo que ese premio era para “la gente del mejor teatro del universo”, refiriéndose a todos los trabajadores que hacían posible que los sueños se hicieran realidad como, por ejemplo, esa ópera, “defendida contra viento y marea por los artistas implicados”, con la que se terminó la temporada de la Gran Pandemia que azotó el planeta Tierra llevándose consigo millones de vidas. También por su esfuerzo y determinación en la realización de aquella ópera fueron premiados el tenor Fabian Michelle y la soprano Rebecca Seabed. Al respecto de la representación de aquella ópera, el prestigioso crítico musical Robert McArthur había escrito que la reapertura al público del coliseo con aquella ópera no había sido una función memorable en lo artístico, aunque sí que sirvió para recobrar algo de normalidad después de la Gran Pandemia, lo cual no era poca cosa. El mejor teatro del universo quiso premiar el esfuerzo. Otra de las galardonadas por sus logradísimas escenografías durante la Gran Pandemia fue Liselotte Coy. El gran barítono Álvaro Cardona recogió el premio por su participación en la siguiente temporada a la de la Gran Pandemia. El barítono le dedicó el premio a su mujer y tuvo unas palabras de recuerdo para todos esos artistas que jamás lograron, a pesar de su esfuerzo, dedicación y talento, cantar en el mejor teatro del universo.

El último en subir al escenario fue Mario Montalcini, reputadísimo epidemiólogo, quien recibió el galardón por su labor durante la Gran Pandemia y contribuir a que el mejor teatro del universo siguiera abierto. Y así terminó la primera parte… No sin que algunas personas del patio de butacas abandonaran la sala. ¿Estuvieron allí sólo por el compromiso de la entrega de premios o no les gustaba lo que vendría después?

La segunda parte la protagonizó la mezzosoprano Sylvie Rot Heiliglaub, quien seguramente había tenido noches mejores. Tampoco anduvo muy fino Jules Reginald en algunos de los pasajes. El excesivo vibrato de la cantante no favoreció que se entendieran los textos que cantaba. Tampoco el público aplaudió con demasiado entusiasmo, tanto es así que, una vez terminados los aplausos, se produjo una situación algo embarazosa: la mezzo salió al escenario como diciendo, “señoras y señores, ¡que aún tengo preparada una propina!”, y el público arrancó con otro aplauso un poco artificial.

Uno es muy consciente del esfuerzo y dedicación que requiere cualquier actuación, y los artistas siempre merecen respeto cuando están en el escenario. Sin embargo, para ser el mejor teatro del universo, la gala resultó un tanto chirle. Eso no le quita, empero, ningún mérito a quienes con su anónimo trabajo diario contribuyen a que otras personas sigan soñando. Es también de soñadores aspirar a un mañana mejor. Un mal momento lo tiene cualquiera, hasta uno mismo cuando escribe y se convierte en el peor escritor del universo. Vale.

Michael Thallium

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