Su nombre es Chelo. Nos conocimos hace algo más de un año y medio. Ella trabajaba —y trabaja— en el departamento de recursos humanos de la fundación que me contrataba para llevar la comunicación de un centro superior universitario que lleva muchos años organizando un ciclo de conciertos en Madrid. Conectamos desde el primer día, aunque no nos hemos visto mucho durante todo este tiempo. Nos hemos visto lo suficiente como para saber que la vida es un valor y que vivir es optar por la vida. Hoy me regaló esta caricatura que había dibujado un amigo suyo de Cáceres. Es su regalo de despedida. Yo me marcho por coherencia. Dejo el trabajo que he estado desempeñando en los últimos tiempos para emprender nuevas empresas y aventuras. ¿Adónde me llevarán? ¡Quién sabe!
Chelo viene de Consuelo. Y ‘consuelo’ es el discreto regalo que hace a muchas personas, estoy convencido, en el departamento de recursos humanos en el que trabaja. Y sé también que da consuelo a muchas otras personas en otra fundación —de esta sí que doy el nombre: FUNDACIÓN 38 GRADOS— con la que colabora voluntariamente. Acompaña a personas a quienes la vida se les acaba irremisiblemente. Y también sé que procura que todas ellas vean un sueño cumplido al final de sus días. Chelo es una de esas raras personas con las que uno sabe que podrá mantener la amistad toda la vida. Chelo es vida.
Michael Thallium
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