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Dos grandes mujeres: Madam Curie y Ghulam Sughra Solangi

Dos opiniones sobre cómo descubrir la grandeza

Esta es una columna mensual sobre cómo descubrir nuestra grandeza escrita conjuntamente por Amit Nagpal de la India (quien habla de una persona de occidente) y Michael Thallium de España (quien habla de una persona de oriente). Nuestro objetivo es compartir las historias de éxito de grandes seres humanos y con ellas deseamos inspirar a nuestros lectores para que también descubran su propia grandeza.

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Aportación de  Amit Nagpal, India

http://www.dramitnagpal.com/my-profile/

Marie Curie: Una mujer de substancia y más

Marie CurieEl chiste era que Marie fue el gran descubrimiento de su esposo Pierre. La pareja hizo grandes descubrimientos científicos, y escribieron conjuntamente muchos artículos de investigación. De hecho, la carrera profesional de Pierre se disparó después de conocer a Marie. ¿Qué es lo que creó ese “toque de Midas” en Marie? Averigüémoslo.

Siempre me han fascinado las mujeres con coraje. En el mundo de hoy, tener coraje es mucho más fácil para una mujer, pero hace cientos de años, cuando las sociedades eran patriarcales en el verdadero sentido de la palabra, ciertamente, no era nada fácil.

He admirado profundamente a mujeres como Rani Laxmibai y Devi Ahilyabai en la India, y a Marie Curie y Maya Angelou en el mundo. Muchos de nosotros nos habremos hecho preguntas del tipo: ¿de dónde salía la fuerza de esas mujeres?, ¿se trataba de un pariente o padre que las apoyaba, de una fuerza interior proveniente de su conexión con su yo más profundo o de algo más? En este artículo decidí profundizar en la historia de Marie Sklodowska-Curie, popularmente conocida como Madam Curie y asociada al descubrimiento del radio (junto con su esposo y compañero de propósito vital).

Marie nació en Polonia y emigró a Francia más tarde. A pesar de provenir de una familia con buena formación académica y próspera, Marie tuvo una infancia difícil ya que se padre contribuía a las finanzas del movimiento de liberación de Polonia. Su padre Wladyslaw Sklodowski, enseñaba matemáticas y físicas y tuvo una gran influencia en la carrera de Marie. En aquellos días, a las mujeres no se les permitía matricularse en la educación formal, así que ella y su hermana Bronislawa se enrolaron en la clandestina Universidad Volante, una institución patriótica polaca de estudios avanzados que admitía a mujeres como estudiantes. Más tarde, durante su formación universitaria en París, Marie no podía permitirse comprar comida y con frecuencia se desmayaba por el hambre.

Fue su mutuo interés por las ciencias naturales lo que atrajo y unió a Pierre y Marie. Su pasión mutua por la ciencia les acercó cada vez más. Finalmente, Pierre le propuso matrimonio y se convirtieron en algo más que compañeros de vida o compañeros de propósito vital. A su mágica relación se sumaban dos pasatiempos compartidos, a saber: los largos viajes en bicicleta y los viajes al extranjero.

Marie fue una física y química que llevó investigaciones pioneras sobre la radiactividad. No solo fue la primera mujer en ganar un Premio Nobel, sino que también fue la única mujer en ganarlo dos veces, y fue parte del legado de cinco Premios Nobel de la familia Curie. También fue la primera mujer en llegar a ser catedrática de la Universidad de París. ¡Guau! ¡Vaya una increíble mujer de sustancia!

Marie compartió el Premio Nobel de Física de 1903 con su marido Pierre Curie y, más tarde, en 1911, recibió el Premio Nobel de Química. Entre sus logros estaban la formulación de la teoría de la radiactividad, técnicas para aislar los isótopos radiactivos así como el descubrimiento de dos elementos, el polonio y el radio. Bajo su dirección, se llevaron a cabo los primeros estudios mundiales sobre el tratamiento de la neoplasia empleando isótopos radiactivos. Fundó los Institutos Curie de París y Varsovia que, incluso hoy, siguen siendo centros referentes en la investigación médica.

Siendo mujer, Marie afrontó un obstáculo tras otro y, sin embargo, siguió perseverando. En 1903, le otorgaron el doctorado por la Universidad de París. El mismo mes, la Institución Real de Londres invitó al matrimonio a dar una conferencia sobre la radiactividad. Impidieron que Marie hablase porque era mujer. Tres años más tarde, una nueva tragedia golpeó a Marie cuando Pierre murió en un accidente de carretera. Obviamente, la muerte de su esposo, trastornó profundamente a Marie.

en 1921, el presidente de los Estados Unidos Warren G. Harding la invitó a la Casa Blanca y le mostró el primer “radio” extraído en los EE.UU. Marie era honrada y humilde hasta el punto de que incluso devolvió su beca en cuanto comenzó a ganar dinero. En lugar de vivir una vida pródiga, Marie donó buena parte del Premio Nobel a sus amigos, familia, estudiantes y asociaciones de investigación. Incluso pidió que los premios en regalos y en efectivo se dieran a las instituciones científicas a las que estaba afiliada en lugar de a ella. Se cree que Albert Einstein comentó que Marie era probablemente la única persona a la que la fama no podía corromper.

Su amor por la radiactividad de hecho la llevó a su propia muerte. Por aquel entonces, no se había descubierto aún la dañina repercusión que las sustancias radiactivas tienen en la salud de los humanos. Falleció con apenas 66 años debido a una anemia aplásica provocada por la exposición a la radiación del radio y los rayos X.

Marie sigue siendo un icono del mundo científico y un verdadero modelo que seguir. La revista New Scientist llevó a cabo una encuesta en la que se votó que Marie Curie era la “mujer más inspiradora de la ciencia”. Polonia y Francia declararon el año 2011 como “El Año de Marie Curie”. En su honor, la ONU declaró ese mismo año como “El Año Internacional de la Química”.

Su libro “Radiactividad” se publicó en 1935 después de su fallecimiento. Desde las alarmas hasta los mandos del aire acondicionado, en cuanto ves algo con radio, te acuerdas de la inmortal Marie Curie.

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Aportación de  Michael Thallium, España

Ghulam Sughra Solangi, una mujer de coraje

Ghulam Sughram SolangiImagínate que eres una mujer. No es muy difícil si ya eres una. Ahora imagínate que eres una niña de doce años. Tampoco resulta muy difícil si ya lo eres, aunque dudo mucho que estés leyendo esto si eres realmente una niña de doce años. Pero si es así, ¡enhorabuena!, porque este artículo trata de ti… bueno, no exactamente de ti, sino de todos nosotros. Ahora pongamos por caso que eres esa niña de doce años y que vives en algún lugar con tus padres y quieres una educación porque eres analfabeta, pero tus padres te fuerzan a casarte con un hombre mayor que tú, porque así lo manda la tradición. Entonces, tienes tu primer hijo a los 13 años y tu segundo hijo a los 15. Para cuando cumplas 20 años tu marido te habrá repudiado y abandonado con tus hijos. Te divorcias… Parece que eso es muy improbable que ocurra en ciertas partes del mundo como, por ejemplo, Europa, pero desafortunadamente es bastante común en otras partes del mundo. Si no me crees, permíteme decirte que eso es exactamente lo que le ocurrió de pequeña a Ghulam Sughra Solangi.

Ghulam Sughra Solangi nació en un pueblecito de Pakistán en 1970. Después de su durísima experiencia de pequeña y también como joven mujer (estuvo a punto de suicidarse), Sughra decidió que quería independizarse con sus dos hijos y algo le pasó por la cabeza que convirtió sus nervios en nervios de acero. Quería tener una educación, ir a la escuela, a pesar de todas las dificultades y oposiciones familiares y sociales. A la edad de 31, Sughra se sacó la licenciatura en educación y, más tarde, en 2003, terminó un máster en sociología. Sughra ha ayudado a miles de mujeres de las zonas rurales de Pakistán. Es la fundadora y directora de la Organización Marvi para el Desarrollo Rural (http://marvi.org.pk) y, en 2011, le concedieron el Premio Internacional a las Mujeres de Coraje.

Tengo que explicar la razón por la que elegí escribir sobre Ghulam Sughra Solangi. Hace un par de años, Amit Nagpal, de la India, y yo comenzamos una serie de artículos sobre grandes personas de la humanidad, pero dejamos de escribir durante una año. Después decidimos retomar nuestra colaboración y decidimos escribir sobre grandes mujeres. Él eligiría una mujer del Mundo Occidental y yo una del Mundo Oriental. Mi sorpresa fue que, por lo general, si uno busca por Internet, se da cuenta de que hay muchísima más información sobre “grandes” hombres en la historia que “grandes” mujeres; y aún muchísima más información sobre mujeres occidentales que sobre mujeres orientales. Dicho de otro modo, pareciera que no ha habido grandes mujeres en la historia, cosa que, por supuesto, no es cierta. Así que me dije que debería de haber una mujer de Oriente sobre la que escribir un artículo y que, además, tendría que estar viva. ¡Ahí lo tienes! No elegí a Ghulam Sughra Solangi debido a sus muchos y grandes logros en la vida o porque recibiera distintos premios o galardones. La elegí porque, para mí, representa a millones de mujeres en el mundo que luchan y, contra todo pronóstico, medran.

Me gusta escribir sobre personas que conozco o con las que estoy en contacto de alguna manera. Por eso, intenté ponerme en contacto con Sughra por correo hace un par de semanas, pero no tuve éxito. Así que en el momento en que escribo estas palabras, solo sé de Sughra por lo que he visto en Internet. Sin embargo, ella me recuerda a otra mujer que sí que conocí hace algunos años: Tina Kpan de Liberia, una mujer de coraje y una trabajadora social incansable que ayuda a montones de niños en su país.

El mundo está lleno de personas que no son famosas, pero que hacen realmente grandes cosas. Aprender a ver esos logros no es una tarea fácil, sobre todo en un mundo lleno de demasiada información negativa por todas partes. Yo soy hombre, y como yo, hay millones de hombres en el mundo. No soy mujer, pero no puedo dejar de dar mi reconocimiento a todas esas mujeres en el mundo que hacen de este planeta un lugar mejor.

Realmente intenté imaginarme que yo era una niña de doce años forzada a casarse y a la que no permitían estudiar. No es fácil hacerlo, y tampoco me gustaría estar en su pellejo. Pero saber que esa niña siguió luchando y creciendo y que medró ayudando a otras muchas niñas y mujeres, eso me inspiró, y creo que no me equivoqué en mi elección al escribir sobre Sughra, porque este artículo no trata, al final y al cabo, de ella, ni siquiera trata de las mujeres. ¡Trata de nosotros!

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