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De Smetana, de mi vida y de las elecciones

DSC02584Hoy a medio día pasé por La Quinta de Mahler (LQM), lugar al que acudo con relativa frecuencia y del que he hablado en algún que otro artículo, y al no encontrar lo que andaba yo buscando, le pregunté a Juan Lucas, responsable de la tienda, si había alguna novedad musical que me pudiera recomendar. Enseguida, Marina, otra de las personas detrás de LQM, quien estaba sentada en un sillón ordenando algunos cedés, gritó “¡Esto!”, levantando la mano y mostrando un cedé del sello Supraphon con la grabación de los cuartetos números uno y dos del compositor checo Bedřich Smetana (1824-1884). La interpretación corría a cargo del extraordinario Cuarteto Pavel Haas, formado por Veronika Jarůšková (primer violín), Marek Zwiebel (segundo violín), Pavel Nikl (viola) y Peter Jarůšek (violonchelo). Dicho y hecho o quizás sería mejor decir “mostrado y comprado”, pues comprar el susodicho CD fue lo que hice. Salí de la tienda y me fui a atender mis quehaceres profesionales. Tuve que esperar hasta bien entrada la tarde para poder escuchar la música. Y lo hice de una manera que a alguna persona puede resultarle un tanto extraña. Grabé el cedé en el ordenador, lo transferí a un iPod y salí con los auriculares puestos para escuchar los dos cuartetos mientras hacía ejercicio con la bicicleta por el campo. ¡Pero a quién se le ocurre salir a hacer deporte y escuchar música de cámara, más aún cuartetos de cuerda, de un compositor checo que la inmensa mayoría de habitantes de este planeta desconoce! Sí, los hay quienes somos “raritos” y hacemos ese tipo de cosas. O también podría decir que los “raritos” son los muchísimos miles de millones de personas que no lo hacen y se pierden esa experiencia… En cualquier caso, lo cierto es que hice tres cosas en una, mi sesión particular “3 en 1”: ejercitar los músculos (cuerpo), dar rienda suelta a la mente (mente) y deleitar el oído con una música bellísima (espíritu).

Bedřich Smetana compuso el Cuarteto de cuerda n.º 1 en mi menor, al que tituló “De mi vida”, entre octubre y diciembre de 1876, es decir, a la edad de 52 años, dos años después de haberse quedado sordo. Este cuarteto se interpretó por primera vez en abril de 1878 — por cierto, fue el mismísimo Antonín Dvořák quien se sentó a la viola para la ocasión —, en el piso de Josef Srb, quien hizo funciones de secretario de Smetana desde que este se quedara sordo en 1874. En una carta, fechada el 12 de abril de 1878, Smetana le decía a su amigo Josef Srb:

“Quería que las notas de este cuarteto representaran el curso de mi vida [...] El primer movimiento: afecto por las artes en mi juventud, predominio de lo romántico, deseo inefable por algo que no podría expresar o imaginar con claridad, así como la casi premonición de mi futuro infortunio, el tono que suena tan largo, que en el finale surgía desde el principio, es el pitido fatal de los tonos más agudos de mi oído, que anunciaba que me iba a quedar sordo en 1874. Me aventuré en esta nimiedad porque era tan vital para mí. El segundo movimiento: la casi polca me retrotrae a la feliz vida de mi juventud, cuando como compositor inundé el mundo con mi música de baile, yo mismo habiendo sido conocido como un apasionado bailarín, etc. El movimiento intermedio: menos vivo, en re bemol mayor, es el que en opinión de los intérpretes [...] resulta imposible de tocar. Parece que no se puede lograr la pureza de los acordes; destaco que los tonos en este movimiento representan las reminiscencias de aquellos círculos aristocráticos en los que me moví durante muchos años. El tercer movimiento: el largo sostenido evoca la dicha del primer amor por una chica que más tarde se convertiría en mi fiel esposa. El cuarto movimiento: llegar a conocer los modos de la música folclórica, la alegría del resultado de este viaje, hasta que se truncó por ese ominoso desastre mío, el comienzo de la sordera, la visión del horrible futuro, un pequeño rayo de esperanza por mejorar, si bien un sentimiento doloroso a la luz del comienzo de mi carrera. Este quizás fue el propósito de esta composición, que es casi enteramente privada, por ello escrita con conocimiento de causa para cuatro instrumentos que, en el estrecho círculo de amigos, se supone que hablarán entre ellos sobre aquello que me ha moldeado preferentemente. Nada más [...] No tuve intención de escribir un cuarteto siguiendo las formas al uso.”

Todas esas cosas de las que habla Smetana son las que intenté escuchar mientras pedaleaba yo por los caminos. Y es verdad que al escuchar esta obra, llama mucho la atención ese inconfundible tono (pitido) agudo que representa la sordera del compositor checo.

En cuanto al Cuarteto de cuerda n.º 2 en re menor, Smetana lo completó en marzo de 1884, es decir, un año antes de fallecer. En una carta a Josef Srb, Smetana decía:

“He terminado el primer movimiento del cuarteto, si bien estoy un poco perplejo en lo referente a su textura, dado que el movimiento tiene una forma verdaderamente extraordinaria y es difícil de comprender, con una especie de caos que domina a lo largo de todo él, que parece que causará problemas a los intérpretes — es una consecuencia de mi desafortunado vivir —. Me siento sin fuerzas, con sueño, y me temo que mis ideas musicales van poco a poco perdiendo su vitalidad. A mí me parece que todo lo que trato musicalmente en mi cerebro está, de algún modo, cubierto por una neblina de desánimo y pesar.”

El cuarteto se estrenó también en casa de Josef Srb y el propio Smetana pudo “oírlo”, al menos visualmente y en su imaginación. En una carta a Srb del 24 de mayo de 1883, Smetana expresaba su satisfacción:

“El cuarteto ha comenzado a ganar fuerza y, definitivamente, lo publicaré, pues es bueno, presenta elementos melódicos y rebosa de emoción y novedad.”

Sin embargo, el cuarteto no pudo publicarse hasta después de la muerte de Smetana, y la primera edición crítica de la partitura no llegaría hasta 1944, sesenta años más tarde.

Al regresar de mi particular sesión “3 en 1” — ejercicio de cuerpo, mente y espíritu —, me encontré en mi buzón de correo electrónico con el mensaje de un buen amigo, Julio Mora, con quien he compartido largas caminatas y conversaciones — por cierto es maestro belenista y tiene un blog muy interesante llamado Belenes en movimiento:

Michael:

Para que lo recomiendes en tu blog, suponiendo que te interese. Hace unos días, estaba en Siena (Italia). Justo enfrente de la espectacular fachada de su catedral, hay una iglesia muy modesta (casi no lo parece). Como soy un viajero un poco raro, entré y, dentro, una de las mejores sorpresas de los últimos tiempos.

Un coro, vestidos de verde, estaba ensayando. El impacto que me produjo fue tan fuerte que me quedé hasta el final de su actuación, y al terminar, me levanté y me puse a aplaudir como loco. En la iglesia, además del coro, solo estábamos Goyi [su mujer] y yo. El director del coro se volvió hacia mí y me saludó con la inclinación habitual. Aún se me pone un nudo en la garganta cuando lo recuerdo.

¿Será esto lo que sentís los que entendéis de música? ¿Qué coral será aquella? Quizá alguno de tus amigos la conozca.

Buscando en Google, creo que la iglesia es: Santissima Annunziata

Uno no tiene que ser un entendido para disfrutar de la música. Ciertamente, cuanto mayor es el conocimiento, mayor es el número de matices que uno percibe, pero el disfrute va por senderos distintos a los de la erudición. Me alegra saber que mi buen amigo Don Julio haya disfrutado tanto de esa música coral, más teniendo en cuenta que, en más de una ocasión, me aseguró que tenía un oído enfrente del otro y que no entendía de música. Es una cuestión de elección abrir los oídos. Y, como toda elección, es eliminatoria. Cuando uno elige, cuando uno decide, en ese mismo momento en que toma una decisión, su atención se centra en lo decidido y deja a un lado los otros millones de elecciones posibles. Por eso es importante saber lo que uno decide, y más aún ser consciente de lo que ha descartado con su elección…

La experiencia del ingeniero y maestro belenista me viene al pelo para concluir este artículo invitando a quien quiera que sea que lea estas palabras a escuchar “De mi vida”, el primer cuarteto de cuerda de Bedřich Smetana, quien se quedaría atónito si supiera que 130 años después de su muerte alguien podría disfrutar “de su vida” pedaleando en bicicleta por el campo y sin siquiera tener al cuarteto de cuerda delante… Seguramente que Smetana soltaría una vehemente carcajada de incredulidad. ¡Maravillas de la tecnología!

Gracias a ti, lector, por haber llegado hasta aquí. Espero que tu elección de haber seguido leyendo hasta el final te haya servido para apreciar tu tiempo y todas esas cosas que has dejado de hacer al leerme. Si algo has aprendido, me doy por satisfecho.

Michael Thallium
Global Greatness Coach
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