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Cartones de Alfonso Reyes

Mi año de existencia número 47 pasará a mi particular y pequeña historia personal como el año en que descubrí a escritores de los que jamás antes había oído hablar o, parafraseando el dicho popular, si lo he oído, no me acuerdo. Al poco de cumplir 47, descubrí el nombre de Antonio Zozaya y estaba convencido de que tendrían que pasar algunos años más hasta hacer otro gran descubrimiento literario. Me equivoqué, porque apenas pasados dos meses, descubrí otro nombre que me ha revelado una prosa bellísima, sincera y sencilla. Esto no es más que una señal de mi ignorancia supina y de lo mucho que aún me queda por conocer y tanto por aprender. El nombre al que me refiero brotó de los labios de Jorge Luis Borges en una entrevista que le hicieron a finales de los años 70 del siglo XX. Confieso que de Borges he leído muy pocos libros: El Aleph, algo de su poesía, algún cuento y poco más. Y eso fue hace muchos años. A mí me atrapa más el Borges orador, el que habla más que el que escribe. Afortunadamente, quedan bastantes documentos audiovisuales del Borges ya anciano que, gracias a la tecnología, uno puede consultar en internet. Quien no haya visto la conferencia que dio sobre su “humilde” ceguera, no sabe lo que se pierde. Sin embargo, me tomé quizás al pie de la letra las palabras que Borges le dijo a Joaquín Soler Serrano, allá por el año 1980, en el programa A fondo cuando le pidió que dejase un breve testamento de urgencia para los telepectadores. Borges, que había soñado que se moría, dejó un humilde mensaje para las generaciones futuras: “Les aconsejo que lean a otros autores, que se olviden de mí. Es un consejo muy sincero. Olvídense de Borges, hay tantos otros muy superiores…“. ¿Será por eso que lo he leído poco? Sí, lo he leído poco, pero escuchado mucho.

Decía que fueron los labios borgianos los que me desvelaron el nombre de mi último descubrimiento: Alfonso Reyes. Me picó la curiosidad y me fui por las librerías de viejo de Madrid en busca de alguno de sus libros, que no son fáciles de encontrar. Reyes, al igual que Zozaya, fue un polígrafo —no de esos tan de moda ahora en el siglo XXI; no me refiero a la maquinita televisiva que ante la respuesta del interrogado sentencia: “Dice la verdad”— que escribió sobre muchísimos y diversos temas. Ambos también se dedicaron al periodismo. Sin embargo, sin demérito de mi anterior descubrimiento zozayesco, he de decir que la prosa de Reyes es muy superior.

Reyes - Cartones Madrid

Alfonso Reyes, mexicano oriundo de Monterrey, tuvo una vida muy interesante, y lo admiro también por haber realizado otro sueño suyo: crear su propia y vasta biblioteca, la valiosísima Capilla Alfonsina. Viajó y residió en distintos países. De 1914 hasta 1924, se exilió en Madrid. Y fue en esta ciudad donde logró ser quien fue, y “no remolque de voluntades ajenas”. Gracias a Madrid logró vivir de lo que más amaba: la escritura. Y fue aquí donde escribió un librito que tituló Cartones de Madrid, un conjunto de estampas literarias de lo que Reyes denominó “la Atenas a los pies de la Sierra Carpetovetónica”. En apenas dos días, leí con urgencia El plano oblicuo, el ya mencionado Cartones de Madrid Visión de Anáhuac —circula por internet una grabación del propio Reyes leyendo su texto de Anáhuac—; aún me queda por leer Autobiografía, una selección de páginas autobiográficas —hecha por el profesor Alberto Enríquez Perea dispersas entre los muchos libros de Reyes. Supe que el Fondo de Cultura Económica ha publicado toda la obra de Reyes, y que en en Madrid estos títulos se pueden encontrar en la librería Juan Rulfo. En mis pesquisas alfonsinas, fui a dar también con Andrés, un escritor que atiende la librería de la Casa de México en la madrileña calle de Alberto Aguilera. Fue él quien me recomendó algunas otras lecturas y quien también me desveló un secreto —eso queda para otro momentoque aún no he leído: Tres libros de Julio Torri. ¿Será este otro nuevo descubrimiento?

Reyes - Autobiografía

Con todo, he podido hacerme una idea de la inmensa figura literaria que es el políglota y polígrafo Alfonso Reyes. Cuando Reyes vivió en Madrid y escribió aquel libro de estampas madrileñas, ignoraba que poco más de un siglo más tarde, un madrileño como yo lo memoraría con retazos literarios de lecturas de urgencia a los que llamaría “Cartones de Alfonso Reyes”. Y así, con esta breve nota, dejo constancia del recuerdo de un mexicano universal que rondó solo por las posadas de Madrid entre 1914 y 1917, sin saber a lo que había venido… ¡Qué recuerdos de cosas lejanas!

Michael Thallium

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