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No hagan ruido

Vino al mundo llorando. Los médicos certificaron su vida por el llanto. Muchos años después, decidió que se marcharía riendo. Un caso único y extraño. Los médicos certificaron su muerte por la risa. Emitió una enorme carcajada y dejó de existir. El paciente, también moribundo, que estaba en una cama contigua emitió algo parecido a un quejido: Por favor, ¡no hagan ruido! Y el silencio lo cubrió todo, menos la ausencia.

Michael Thallium

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