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La etimogogia

logo Etimogogia2Justo el día en que cumplí 49 años, quizás por aquello de avanzar hacia el número de oro y redondo de los 50, escribí un artículo que titulé El secreto de nada. El título hacía alusión a esa moda tan actual y comprensible de llamar la atención con sencillos titulares del tipo: El secreto para conseguir el mejor empleo, El secreto para ligar, El secreto para hacerte millonario… Y con ellos, otros cientos del estilo a 3 secretos para…, 7 secretos para…, 10 secretos para… etc. La receta es cambiar el número —sin escribirlo con letra, claro— e incluso sustituir la palabra “secreto” por “clave” —que está relacionada con “llave”— y de ahí a abrir la puerta del secreto sólo hay un pasito.

Hay cosas que uno va cociendo a fuego muy lento. Las palabras me han fascinado desde pequeño. Son tan antojadizas, tan caprichosas como los seres humanos que las utilizamos. Probablemente esa es la razón por la que siempre me ha fascinado también la etimología, la ciencia del significado verdadero. Nada como quitarle al verbo el atavío del tiempo para quedarse con el étimo desnudo y puro. No hay ningún secreto en la nada, como no lo hay en tantas otras cosas.

Cuando escribí El secreto de nada, me centré en el significado de nada, esa palabra de la que nace todo. Si uno la desviste y la deja desnuda, temblorosa, aparece entonces el sentido verdadero, la esencia, el étimo estético. Nada proviene de nata, que en latín era la forma femenina del participio natus del verbo nasci, nacer. Nata se utilizaba en una expresión, res nata, que significaba algo así como «el asunto en cuestión». La evolución de esta expresión hacia un sentido negativo parece estar ligada al nati plural que se empleaba en la expresión homines nati, es decir, «los hombres nacidos» o «todos». Ese nadi plural acabó degenerando en nadie, justo lo opuesto de todos, porque solía emplearse en frases negativas del tipo homines nati non fecerunt («los hombres nacidos no lo hicieron» = «todos no lo hicieron», es decir, «nadie lo hizo»). Poco a poco, el participio plural fue adquiriendo un valor negativo que terminó por desplazar al nemo, nadie, latino. Del mismo modo, por contagio, parece que la expresión res nata pasa de significar «el asunto en cuestión» a «ningún asunto en cuestión», o sea, nada, sustituyendo así el sustantivo latino nihil que en español ha dado nihilidad, nihilismo y nihilsta. Curiosamente, el catalán se quedó con la primera parte de la expresión res nata: res en este idioma significa nada. A propósito del latín, hace muy poco leí un estupendo libro de Emilio Pascual, Conversaciones de grupo con latín al fondo, una estupenda recomendación de lectura…

Decía que hay cosas que uno va cociendo a fuego lento. Hace ya muchos años que me adentré en el mundo del coaching, término con el que nunca me he sentido cómodo en español. En inglés funciona bien, pero su importación al español, no. Traducirlo como entrenamiento, se queda corto (por cierto, entrenar y entrenamiento están emparentadas con trajín y trajinar); tampoco funcionan formación, instrucción… Fue reflexionando sobre la etimología de las palabras cuando hace ya más de un año inventé un término que a mí me satisfacía y al que no auguraba mucho recorrido: etimogogia. Así, la persona que practica o ejerce la etimogogia es etimogoga. En esencia, la etimogogia es la disciplina mediante la cual se conduce al sentido verdadero, a la verdad desnuda. En un mundo en el que cada vez es más complicado discernir la verdad de la mentira, la etimogogia se me ha convertido en un modus vivendi. La etimogogia conduce… quiere esto decir que requiere de acción. Y a ella me han conducido los idiomas que hablo, los países y continentes en los que he estado, las miles de personas que se han cruzado en mi vida, la música, le lectura, la escritura, en definitiva, la experiencia vital. Si soy etimogogo, lo soy por una necesidad perentoria y vital. No somos exclusivamente palabras, no, pero como dejó dicho un día para las generaciones venideras el escritor Joan Manuel Gisbert: «Vivimos tan plenamente el lenguaje que no puedo creer que no haya llegado hasta ti en su plenitud, belleza y hondura».

Decía el polímata colombiano Nicolás Gómez Dávila que «la inteligencia no consiste en el manejo de ideas inteligentes, sino en el manejo inteligente de cualquier idea». No hay ningún secreto en el logro. No hay ningún secreto en el éxito. El secreto de cumplir años no es otro que el de no haberse muerto uno antes. ¡Vivir! En una época en la que se divulgan con éxito infinitas naderías, la persona culta no se define por lo que sabe, sino por lo que ignora. Palabra de etimogogo.

Michael Thallium

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