¿Cuánto tiempo dije que transcurriría desde mi anterior artículo en este blog? Sí, unos 604.800 segundos; o lo que es lo mismo, una semana. Sí, el tiempo pasa rápidamente. ¡Sobre todo si has logrado fluir! Cuando comencé a escribir esta serie de artículos sobre la felicidad y la dicha, me inspiré en un curso del Raj Raghunathan titulado “Una vida de felicidad y plenitud” (al final del artículo encontrarás un enlace al curso). Si no has podido leer los tres artículos anteriores o no has hecho los ejercicios que propuse en ellos, aquí tienes los enlaces:
Lectura no compartida es conocimiento desaprovechado y experiencia no vivida. En este cuarto artículo de la serie, propondré el ejercicio n.º 4 que no es mi favorito, por razones que explicaré más abajo. Sin embargo, probablemente sí que sea el que más beneficios físicos y personales aporte.
¿Cuál es el pecado capital número 4 contra la felicidad? Ser demasiado controlador, querer tenerlo todo controlado (“Si todo el mundo se comportara como yo quiero, si hicieran lo que yo digo, seguro que el mundo iría mucho mejor. No entiendo por qué los demás no lo ven así.”). Me refiero al deseo de controlar el entorno externo, al control externo.
Hay estudios que demuestran que las personas que controlan sus decisiones tienden a vivir más que las que no. Sin embargo, cuando ese control se vuelve “sobrecontrol”, entonces, bajan los niveles de felicidad y satisfacción.
Cuando uno controla demasiado a otras personas, la respuesta suele ser negativa, pues al igual que queremos controlar a los demás, los demás tienden a no querer que les controlen. También hay personas que quieren “sobrecontrolar” los resultados. Aquí introduzco el concepto de “reactancia psicológica”. ¡Toma “palabro”! No ahondaré en él, pero lo definiré como esa reacción emocional de rebeldía que una persona siente cuando se la presiona excesivamente para que adopte un punto de vista o realice algún acto. Este concepto también está relacionado con la “psicología inversa” y la “ansiedad psicológica” (al final del artículo encontrarás algunos enlaces sobre estos temas).
Cuando los demás no se comportan como queremos, tendemos a enfadamos, nos frustramos y desengañamos. Y eso afecta a la toma de decisiones. No tengas miedo de rodearte de personas que te contradigan. Es más, ¡rodéate de personas que no teman contradecirte!
Igualmente, cuando intentamos controlar demasiado los resultados, nos volvemos más supersticiosos. En esencia, hay dos formas de perseguir los resultados:
perseguir resultados de la mejor forma: EN ARMONÍA.
perseguir resultados de la peor forma: OBSESIVAMENTE.
La “persecución obsesiva” de lo que te apasiona ocurre cuando eso que te apasiona te controla a ti en lugar de tú a ello. El antídoto contra el “sobrecontrol” externo es: TOMAR LA RESPONSABILIDAD PERSONAL DE TU FELICIDAD (nunca culpar a los demás o a las causas externas).
¿Cómo controlar las emociones? ¿Es posible ser feliz si te ocurre una desgracia? En teoría, sí que es posible. No hay más que dominar los pensamientos, pero ello no significa que sea fácil. De hecho, no lo es en absoluto. Es difícil, pero se puede aprender: se necesita TIEMPO y PACIENCIA. Solemos encontrar dos obstáculos internos:
Cierto tipo de pesimismo (”¡Pero cómo voy a ser feliz si realmente me ocurren cosas malas!”). Roma no se construyó en un día. La clave está en fluir. Al fluir, dejamos de ser pesimistas. En realidad, la pregunta que hay que hacerse es esta: ¿puedo mantener el control de mis emociones cuando ocurren las cosas típicas del día a día, esos lugares comunes por los que transitamos cada día?
Un concepto erróneo: “Claro, si controlo mis emociones y la gente lo sabe, más de una persona se aprovechará de ello”. En realidad, eso no ocurre. Ahora bien, no responsabilizar a la otra persona de tu propio enfado, no significa que no puedas hacerla responsable de sus errores. Cuando perdemos el control sobre nuestras emociones, es mucho más probable que tomemos decisiones erróneas. Al igual que uno ha de dar inteligentemente para evitar “quemarse” (altruismo creativo), uno también tiene que controlar sus emociones de forma inteligente.
Así pues, controlar nuestras emociones, nos sirve para evitar ser “demasiado controladores” (de los demás y de los resultados, es decir, control externo). Hacerte responsable de tu felicidad personal te da una mayor sensación de control interno, disminuye tu deseo de control externo y te hace ser menos propenso a querer controlar todo demasiado. Así pues, hay que trabajar el “control interno”.
Dos estrategias para hacerse con el control interno:
aprender tácticas sencillas para regular las emociones,
llevar un estilo de vida más saludable.
¿Cuáles son esas tácticas sencillas?
selección de situación (evitar situaciones que evocan emociones no deseadas),
etiquetar las emociones (poner nombre a la emoción que sientes en ese momento),
despliegue de la atención (dirigir tu atención hacia cosas positivas y desviarla de las negativas). Aquí menciono (otra vez sin ahondar) el “sesgo de autoservicio”, o “sesgo por interés personal”, que es uno de los dos errores fundamentales de la “teoría de la atribución”; aparece cuando la gente solicita con mayor interés responsabilidad para los éxitos propios que para los fracasos o fallos también propios, dicho en castellano llano, la tendencia a la sobrevaloración (al final del artículo encontrarás un enlace sobre esta tendencia) y
re-evaluación cognitiva (reinterpretar las situaciones para sentirte mejor al respecto de ellas, es decir, poner las cosas en perspectiva).
¿Cómo llevar un estilo de vida más saludable? Apreciando la incertidumbre y la falta de control, es decir, ver lo positivo de la incertidumbre.
El ejercicio de esta semana consiste en analizar el estilo de vida que lleva cada uno y hacerlo más saludable si es el caso. Para ello, abordaremos tres enfoques:
comer mejor (nutrición),
moverse más (ejercicio físico) y
dormir mejor (descansar bien).
¡Come, muévete y duerme!
La enfermedad de estar sentado. Hay estudios que confirman que pasar 6 horas sentado son perjudiciales para la salud. Hay que moverse constantemente durante el día (no basta con hacer una hora de ejercicio físico y pasar 8 horas sentado). Por eso, los que tenemos profesiones en las que pasamos muchas horas sentados, tenemos que apañárnoslas para crear pequeñas estrategias que nos hagan movernos un “pelín” más.
En cuanto al sueño, se estima que lo apropiado son 7 horas de sueño. La falta de sueño nos hace tener peor aspecto físico, tomar peores decisiones. La privación de sueño al volante es como estar borracho. La falta de sueño también produce insatisfacción en el trabajo y favorece el estrés.
¿Qué hacer y qué no hacer al respecto? Sugerencias:
COMER
1 ten a mano alimentos o picoteo sano,
2 come en platos más pequeños (se disminuye la cantidad de comida),
3 come en platos que no sean de color blanco (los colores oscuros son mejores),
4 lleva contigo algo de picar que sea sano,
5 comienza las comidas con alimentos sanos,
6 desayuna bien y sano.
MOVERSE MÁS A LO LARGO DEL DÍA
1 hazte con un podómetro,
2 haz pausas de 2 o 3 minutos cada 30 minutos y muévete,
3 haz ejercicio en casa,
4 haz ejercicio por la mañana al levantarte,
5 haz algo que te resulte agradable para moverte.
DORMIR
1 minimiza las fuentes de luz (móviles, aparatos electrónicos),
2 utiliza una máquina de “ruido blanco” que suene suavemente de fondo,
3 baja la temperatura de la habitación (más fresca).
EJERCICIO N.º 4: ALIARSE PARA UNA VIDA SALUDABLE El objetivo de este ejercicio (que como dije al principio no es mi favorito, porque requiere ser muy disciplinado y eso es algo que tengo que trabajar) es mejorar el estilo de vida así como ese afán por querer tenerlo todo bajo control. Así que este ejercicio es el que requiere más disciplina, pero también es el que aporta mayores beneficios.
Paso 1
Crear un plan de vida saludable que te funcione a ti (COMER BIEN, MOVERSE MÁS Y DORMIR MEJOR)
Nota: ¡Ojo! Nada de agobiarse con este ejercicio. Que cada cual lo adapte a sus circunstancias. De lo que se trata es de ser conscientes del estilo de vida que cada uno lleve y de mejorar aquellas áreas que cada cual considere oportunas.
IMPORTANTE: Si necesitas un recordatorio diario durante una semana que te sirva para ser más consciente de este ejercicio, alíate con un amigo o familiar que te lo recuerde todos los días (por correo, móvil o lo que sea).
Una vez que hayas creado tu plan (no dejes para mañana lo que puedas hacer ya), responde a las siguientes preguntas:
¿Te ha costado mucho ceñirte a tu plan? Si lo has logrado con éxito, ¿a qué atribuyes tu éxito? Si no, ¿por qué?
¿Qué piensas hacer para ceñirte mañana (o más tarde hoy) a ese plan?
(ESTAS PREGUNTAS HAY QUE HACÉRSELAS TODOS LOS DÍAS DURANTE 7 DÍAS. Ya dije que había que tener disciplina)
Paso 2 Al cabo de 7 días responde a las siguientes preguntas:
¿Cuál fue tu plan semanal de vida saludable?
¿Te costó trabajo ceñirte a él?
¿Notaste algún efecto en tu bienestar y en tu deseo de querer tenerlo todo controlado?
¿Qué te pareció participar en este ejercicio?
¡10.080 minutos! ¡Una semana! Sí, ese es el tiempo que ha pasado desde la última vez que escribí en este blog. En los dos anteriores artículos dedicados a la felicidad y a la dicha (DEFINICIÓN y GRATITUD) propuse dos ejercicios para aumentar el nivel de felicidad. Si no los has hecho o no has leído los anteriores artículo, te recomiendo que les eches un vistazo y que te pongas a prueba haciendo esos dos ejercicios. Seguro que te vienen muy bien. Hoy propongo otro ejercicio que se llama “ALTRUISMO CREATIVO”.
¿Cuál es el tercer pecado capital contra la felicidad? “La necesidad de ser amado” o su opuesto “la necesidad de hacerlo todo solo”. En cada uno de estos casos hablamos de dos tipos de personalidades emocionales: las personas “necesitadas” (esas que se desesperan cuando no las aman y van “mendigando” el amor de los demás) y las “evitativas” (esas que quieren sentirse tan independientes que quieren hacer todo solas y evitan ser amadas). ¿Y cuál es el antídoto contra este pecado? La necesidad de amar. Ciertamente, los seres humanos necesitamos sentir que pertenecemos a algo, a una familia, a un grupo, a una comunidad, a una sociedad, a una organización… Parece que el “contacto humano” es esencial para el desarrollo de la persona, para establecer vínculos afectivos. Harry Harlow (1905-1981) fue un psicólogo que hizo una serie de experimentos con monos bebés en las décadas de los años 50 y 60 del siglo XX. Hay uno, en concreto, interesantísimo que tiene que ver con esa necesidad de “contacto humano” y las terribles consecuencias que tiene la falta de él durante la infancia. Más abajo, al final de este artículo, encontrarás un enlace titulado AMOR MATERNO al vídeo que muestra este experimento. Te recomiendo que lo veas.
Suele decirse que la felicidad compartida se multiplica y que la tristeza compartida se divide. Y aunque es verdad que en español tenemos también ese conocido dicho de “mal de muchos, consuelo de tontos”, sí que es cierto que el dolor se hace más llevadero cuando se comparte y que uno es más feliz cuando comparte la felicidad.
Desde el punto de vista emocional, las personas “necesitadas” están desesperadas por sentirse amadas a toda costa, y eso suele conllevar una serie de consecuencias negativas que resumiré en una palabra: infelicidad. Las personas “evitativas” quieren sentirse independientes, libres, mentalmente fuertes y eso las lleva a evitar involucrarse en relaciones. Hay estudios que demuestran que las personas “evitativas” suelen estar insatisfechas en su trabajo y también se sienten insatisfechas cuando tienen que pedir ayuda a los demás. Con su comportamiento, crean una distanciamiento con los demás que, a su vez, hace que las demás personas no quieran colaborar con ellas y, por ende, aumente el distanciamiento. Tanto el comportamiento de las personas “necesitadas” como el de las “evitativas” es perjudicial para la salud, pues ambas generan infelicidad. ¿Cómo solucionar, entonces, esta dicotomía entre los dos extremos opuestos? Con el “apego seguro”, es decir, manteniéndose en equilibrio entre la necesidad y la evitación. Para lograrlo se puede practicar la autocompasión (ser amable consigo mismo), expresar gratitud y practicar la necesidad de amar y dar inteligentemente para no terminar “quemados”. Está demostrado que la generosidad nos hace más felices, pero la “generosidad indiscriminada” tampoco es buena, porque el tiro puede salir por la culata. Uno ha de saber cuándo, a quién y en qué medida dar (al final del artículo encontrarás un enlace titulado “Dar para ser felices” en el que se habla de esto). Es posible que estés pensando: “Vale, bien, hay que dar inteligentemente, pero… ¿y eso cómo se hace?”. He aquí unas reglas:
dar incluyéndote a ti mismo, es decir, tener en cuenta las necesidades propias, no solo las de la otra persona, participar de la donación;
contener el coste de la ayuda (ser consciente de su coste);
ejercitar estrategias que aumenten los valores de la persona;
ver la repercusión de tu generosidad, es decir, ver el resultado de ella;
DIVERTIRTE siendo generoso.
Y he aquí el ejercicio para esta semana: ALTRUISMO CREATIVO… y no te va a quedar más remedio que divertirte. No se trata de observar el comportamiento altruista de los demás, sino de actuar. Intenta hacer el ejercicio con personas desconocidas. Tendrás que gastar una especie de “inocentada” (no se trata de hacer un favor) pero con la que la “víctima” también se divierta, y además has de observar las “las 3 reglas del dar”: contener el coste de dar, diversión para ambas partes y registrar la repercusión que tiene tu altruismo. ¡Manos a la obra!
Elige una persona o personas.
Elige un plan o idea que llevar a cabo (si no se te ocurre nada, más abajo te doy algunas ideas).
Escríbelo.
Ejecútalo (ten en cuenta el coste de dar, la diversión para ambas partes y el registro de la repercusión de tu “inocentada”).
Preguntas a posteriori (respóndelas una vez que hayas llevado a cabo tu idea)
¿Cuál fue tu idea?
¿Cómo ejecutaste tu idea/plan? ¿Te ceñiste a “las tres reglas del dar”? Si no, ¿por qué?
¿Qué sintió la persona objeto de tu broma? (cuando respondas a esta pregunta, céntrate en lo que esa persona dijo o experimentó con tu acto de altruismo creativo)
¿Cómo te hizo sentirte este ejercicio? ¿Qué repercusión tuvo en ti?
Por si no se te ocurre ninguna idea, aquí tienes 10 ideas para el altruismo creativo:
Deja demasiada propina, muchísima más, la próxima vez que te den un buen servicio.
En un día caluroso, coge 20 botellas de agua fría y dásela a corredores de un parque cercano.
Ponte un disfraz ridículo (mickey mouse, batman, spiderman…) que te cubra la cara, sitúate en una esquina y ofrece “choques de mano” a todo el mundo que pase.
Invéntate carteles divertidos y pégalos en tu vecindario (quítalos después de un tiempo, claro)
Dona los libros que te sobren a una biblioteca, o dona ropa a alguna organización o gente que viva en algún barrio pobre.
Encuentra a alguien con quien mucha gente se haya metido por internet (calumnias, comentarios despectivos, etc.) y escríbele una nota de apoyo (incluso aunque no estés totalmente de acuerdo con lo que esa persona dijo o hizo)
Acude a un espectáculo con un grupo de amigos y grita y anima a los actores o a quien esté representando en el escenario. Hazles sentir como los mejores “actores” del mundo.
Recoge unas cuantas flores silvestres, haz un ramo y déjalo a la puerta de algún vecino con una nota que diga: “Gracias por ser un gran vecino”.
Acude a una residencia de ancianos y ofrécete para cantar, leer, hacer trucos de magia o simplemente escuchar las historias de los mayores.
Déjale la cámara a un “sintecho” y pídele que dé un paseo contigo y que saque fotos de las cosas que le interesen. Invítale a comer más tarde y averigua por qué tomó las fotos que tomó. Luego, revélalas y dale una copia.
Si no te gustan estas ideas, emplea tu imaginación y crea las tuyas propias. Buena suerte y… ¡diviértete mucho! Volveré dentro de unos 604.800 segundos, es decir, dentro de una semana. Mientras tanto ¡que la dicha te acompañe!
Hace 7 días, es decir, hace 168 horas o 10.080 minutos si lo prefieres, publiqué en este blog De la felicidad y la dicha: DEFINICIÓN. Ahora, 604.800 segundos más tarde, publico este otro artículo que trata de la gratitud. Siete, ciento sesenta y ocho, diez mil ochenta, seiscientos cuatro mil ochocientos… Son solo números que equivalen a una semana según la unidad de tiempo que tomemos, a saber: días, horas, minutos y segundos respectivamente. Si miras atrás en la última semana, ¿cuántos segundos, minutos u horas te has sentido feliz o dichoso?
El primero de los pecados capitales contra la felicidad es: “Devaluar la idea de felicidad”. ¿Qué quiere decir eso de “devaluar la idea de felicidad”? Simplemente, que en muchas ocasiones tendemos a pensar que realmente eso de sentirse feliz es una “chorrada”, que es solo cosa de gente ociosa que tiene tiempo para pensar en esas patrañas, que tenemos que cumplir con nuestras obligaciones diarias, sacar adelante nuestros proyectos, ganarnos el pan y divertirnos cuando llega el fin de semana o cuando podamos. El antídoto contra este pecado es: “dar prioridad a la felicidad pero sin perseguirla ni obsesionarse”. Para lograr algo, uno tiene que saber muy bien que es lo que quiere lograr. Por eso, hace 168 horas, es decir, hace una semana, propuse un ejercicio que consistía en crear una definición de felicidad y enumerar tres o cuatro cosas que uno puede hacer para incorporar esa definición en la vida. Te recomiendo que hagas ese ejercicio si aún no lo has hecho, porque de esa forma comprenderás mejor el ejercicio que se deriva del antídoto contra el segundo pecado capital contra la felicidad. ¿Cuál es el pecado capital n.º 2 contra la felicidad? “Perseguir la superioridad sobre los demás”. A todos nos gusta hacer las cosas bien y sentirnos superiores, pero cuando ese sentimiento de superioridad nos lleva a menospreciar a las demás personas, generamos un foco de infelicidad. ¿Cuál es el antídoto? Fluir. Mihaly Csikszentmihalyi habla de ello en un libro que precisamente se titula así: Fluir. Así que no voy a ahondar en este concepto, porque puedes aprovechar para leer el libro e indagar por tu cuenta. No obstante, si te da pereza leer, también puedes ver el vídeo cuyo enlace pongo más abajo y que se titula “Fluir”. Cuando uno fluye aumenta la creatividad y la propensión a un estado de gratitud, ese sentimiento que nos conduce a estimar el beneficio que se nos hace, y a corresponder a él de alguna manera.
Así que una forma de evitar sentirse superior a los demás, es practicar la gratitud. Y para ello te propongo el siguiente ejercicio del cual puedes ver los beneficios en el enlace “La ciencia de la felicidad: Experimento gratitud” que pongo al final de este artículo:
Elige una persona o personas a quienes quieras expresarles gratitud.
Piensa en algo por lo que estés agradecido.
Escribe una carta de gratitud a esa persona o persona.
Queda con esa persona (si no puedes quedar, llámala o envíale un correo; idealmente, lo mejor es ver a esa persona cara a cara) y léele la carta que has escrito (si la persona que elegiste ha fallecido, elige a alguien que haya conocido a esa persona y léele la carta).
Apunta cómo se sintió esa persona mientras leíste la carta. ¿Cómo te sentiste tú antes, durante y después de hacer el ejercicio?
Es un ejercicio sencillo que, sin embargo, puede resultar difícil para algunas personas. Te animo a que lo hagas, porque seguramente querrás repetir una vez que hayas sentido los beneficios que te aporta en tu camino hacia la felicidad. Después de todo, ¿cuánto tiempo puede llevarte este ejercicio? ¿Una hora? ¿Dos horas? ¿Tres horas? ¿Cuatro horas…? Si te planteas hacerlo en la próxima semana y te llevara cuatro horas hacerlo, aún te quedarían 164 horas para hacer otras muchas cosas más.
Aquí te dejo unos enlaces a unos vídeos muy interesantes (no te pierdas el de Loui Schwartzberg titulado “Gratitud”).
De la felicidad y la dicha muchas han sido las cosas dichas y no dichas. Llevo años en una búsqueda personal (lo cual conlleva método científico, es decir, un método que permita replicar los resultados) de la felicidad y de la dicha.
En mi caso, casi siempre suelo tirar de la etimología de las palabras para desenredar su significado. “Dicha” proviene del latín “dicta” que significa ‘cosas dichas’. Está asociada con palabras como “suerte” y “destino”, según la creencia de que la suerte individual se debía a las “palabras dichas” por los dioses al nacer el niño. En cuanto a “felicidad”, el diccionario de la RAE da como definición: “Estado de grata satisfacción espiritual y física”. El intríngulis de ser feliz quizás radique precisamente en no tener una definición clara y concreta de lo que es la felicidad, porque ¿qué es eso de “grata satisfacción espiritual y física”? Cada persona sentirá esa satisfacción de un modo u otro, y lo que puede que sea válido para mí, puedo no serlo para las demás personas. En cualquier caso, lo que está claro es que parece que eso de “ser feliz” conlleva dos dimensiones: una espiritual o mental (y con “mental” no me refiero a “racional”, sino a que, para mí, la mente y el cerebro son los generadores de lo que otras personas denominan “espiritual”) y otra física o corporal.
Hace un tiempo, me inscribí en un curso de seis semanas titulado Una vida de felicidad y plenitud impartido por Raj Raghunathan, autor del libro If you are so smart, why aren’t you happy (“Si eres tan inteligente, ¿por qué no eres feliz?”). Es un curso que recomiendo a quienes se sientan identificados con eso de “ser tan inteligentes y no ser felices”. Durante las seis semanas que dura el curso, se abordan distintos conceptos teóricos refrendados con estudios científicos y, luego, uno tiene que hacer un ejercicio que sirva para asentar e incorporar esos conocimientos en la vida para sentirse más feliz y pleno. No voy a ahondar aquí en esos conocimientos -aunque recomiendo indagar a quien así lo desee- , pero sí que voy a compartir el primero de los ejercicios. Parece sencillo, pero no lo es tanto cuando uno se lo toma en serio:
Ejercicio: DEFINICIÓN
Paso 1: Escribe tu propia definición de felicidad (ni muy larga ni muy corta), lo que importa es que sea la tuya.
Paso 2: Escribe 3 o 4 cosas que te hagan feliz.
Paso 3: Asegúrate de que esas 3 o 4 cosas están de acuerdo con tu definición de felicidad.
Paso 4: durante un periodo de 7 días, incorpora esa definición y esas cosas que te hacen feliz en tu proceder diario.
Por si te sirve de ayuda, comparto mi definición de felicidad en estos momentos de mi vida así como las 4 cosas que hago para “vivir” esa definición:
La felicidad para mí es la alegría de compartir conocimiento, amor y afecto recíprocos con empatía, sonrisa auténtica y risa genuina, la felicidad es la música de mi auténtico yo.
1. compartir cosas nuevas que aprenda
2. mostrar amor y afecto.
3. reunirme con personas y conocer personas.
4. hacer música con alguien más.
Adicionalmente, puedes escribirte una carta a ti mismo en la que reflejes tu compromiso para ser más feliz y qué vas a hacer para conseguirlo (adquirir nuevos hábitos, deshacerse de los viejos…) y también qué harás cuando surjan (que surgirán, no te quepa duda) esas resistencias internas que te aparten de tu camino.
El joven Johann Sebastian Bach, pintado por J. E. Rentsch, el Viejo, en 1715
Tal día como hoy, hace 266 años, mientras dormía, fallecía a la edad de 65 años el que en la actualidad es considerado el músico de todos los músicos, el compositor de todos los compositores: Johann Sebastian Bach (1685-1750). Murió a raíz de una infección provocada por una operación de cataratas que le hizo un afamado oculista británico, un tal John Taylor (1703-1772) – a quien el escritor Samuel Johnson (1709-1784) llegó a poner como ejemplo de “lo lejos que la imprudencia puede llevar a la ignorancia”. Resulta curioso que George Friedrich Händel (1685-1759) también falleció debido a la misma operación por el mismo oculista nueve años más tarde. Curiosamente, lo único que los dos compositores alemanes, Bach y Händel, tienen en común es el año de nacimiento – por cierto, también el mismo año de nacimiento que otro gran compositor Domenico Scarlatti – y la causa de su muerte. No llegaron a conocerse en vida. Händel gozó de fama como compositor, Bach no. En vida, Bach no fue considerado un compositor ni siquiera de segunda fila; sí que fue considerado el mejor de los organistas, pero su estilo de composición estaba muy anticuado para la época y sus obras muy difíciles de interpretar. De hecho, a su muerte, muchas de sus obras se vendieron… ¡por el papel! Sí, una buena parte de las obras de Bach terminaron como papel para envolver viandas. Dicho de otro modo, se valoró más el papel que el contenido. Obras que jamás conoceremos.
Bastantes años después de la muerte de Bach, Carl Friedrich Zelter (1758-1832) compró al parecer la Pasión Según San Mateo de Bach en una subasta en la que se vendía… ¡papel! De no haber sido por Zelter, esa obra habría terminado como papel de envolver. Y fue precisamente Zelter quien inculcó a su discípulo Felix Mendelssohn (1809-1847) el amor por la obra de Johann Sebastian Bach. Tuvieron que pasar unos 80 años desde la muerte de Bach, para que Mendelssohn lo rescatara del olvido para el gran público dirigiendo la representación de la Pasión… El resto es historia.
La influencia de Bach como compositor en la música de concierto occidental ha sido omnipresente y omnímoda. Resulta una gran paradoja que alguien que en vida fue considerado un compositor de tercera o cuarta fila haya incluso marcado el final de una corriente musical: el barroco. Normalmente, se suele decir que el barroco termina en 1750, año de la muerte de Bach. En realidad, el barroco musical terminó unos 20 o 25 años antes. Si no hubiera sido por esos últimos 20 años de la vida de Bach, obras como la Misa en si menor, las Variaciones Goldberg, la Ofrenda Musical y El Arte de la Fuga jamás hubieran visto la luz.
Para quienes estén interesados en saber un poco más de este hombre, trabajador incansable y músico sabio, aquí dejo unos enlaces:
Por cierto, la foto que acompaña a este artículo es la del póster que les hice comprar a mis padres cuando yo tenía 10 o 12 años, porque yo quería ser organista y músico como Bach. No lo he logrado… Hoy conmemoro el día en que falleció el hombre y en que nació la leyenda de un legado de grandeza inconmensurable. Estoy de acuerdo con el organista Juan de la Rubia: Bach nos ayuda a ser mejores personas.
“Marie Jaëll tiene el cerebro de una filósofa y los dedos de una artísta.”
Franz Liszt (1881-1886)
Hoy me gustaría escribir algo sobre Marie Jaëll, de quien no sabía nada en absoluto hasta hace algunos meses. Juan Lucas, fundador de La Quinta de Mahler, me habló de ella y me recomendó una grabación de su música publicada en España por Ediciones Singulares. De eso hará unos diez meses. No compré aquella grabación entonces, pero su recuerdo se me quedó dando vueltas por algún lugar de mi cerebro. Los meses pasaron y, el 16 de julio, día de la celebración de la Virgen del Carmen en España (patrona del mar), decidí regalar esa grabación a una amiga mía, Carmen González Castro, pintora y una mujer de gran sensibilidad musical y artística (por cierto, se puede echar un vistazo a su obra aquí: CGC). Le dije que no sabía apenas nada de Marie Jaëll y que ni siquiera había escuchado la grabación, pero que alguien, en cuyo conocimiento musical confío mucho, me había hablado de ella algunos meses atrás. Unos días más tarde, Carmen me llamó y me dijo que la música de Jaëll era estupenda, que tenía fuerza. Así que al final terminé comprando la grabación para mí también. La grabación viene en forma de libro de edición limitada, en francés e inglés, con tres CD.
Creo que la obra de Marie Jaëll merece ser difundida, y por eso escribo este breve artículo: quizás a algún lector le pique la curiosidad de indagar en la vida y obra de Marie Jaëll. Fue una compositora en un mundo hecho por y para compositores varones. Marie era una incansable aprendiz (“Estudio implacablemente”, solía decir) y una trabajadora nata.
“Trabajo, trabajo y me va de maravilla… aunque esto no debería decirse abiertamente. Sabes que no soy la misma Marie que has querido antes, la compositora de los valses para cuatro manos, quien tocaba el piano, quien cosía, quien hablaba – Soy una nueva persona, completamente nueva, quien solo compone y está absorta en sí misma. De tal ensimismamiento surgen muchas cosas y el resultado es que soy completamente distinta… Algún que otro día, para verme, tendrás que zambullirte de lleno en vastos libros, tu cabeza, oídos y dedos, todos yendo hacia un montón de problemas…” (Marie en una carta a su amiga Anna Sandherr, 26 de noviembre de 1877)
Marie Jaëll nació como Marie Trautman en 1946, pero cuando veinte años más tarde, en 1866, se casó con el pianista Alfred Jaëll, Marie tomó el apellido de su marido como era costumbre por aquella época. Y lo siguió llevando hasta el fin de sus días a pesar de haber enviudado muy jóven, en 1881.
Ojalá que estas pocas palabras hagan que a alguien que las lea eche un vistazo no solo a Marie Jaëll la compositora y pianista, sino también a Marie la pedagoga que incluso hizo incursiones en el campo de la neurociencia…
“Porque los poetas pudieron venir antes, pero los músicos llegaron después y los vencieron con sus propias armas. Hay más poesía en un adagio de Beethoven que en una escena de Shakespeare. Schumann vence a Hoffmann o a Heine, como Fauré a Verlaine o Debussy a Mallarmé. Y es que la música juega con ventaja.”
Gerardo Diego (1896-1987)
Con o sin las vacaciones de estío, llega el tiempo de la lectura relajada, de leer por placer, sin prisas. Tengo que reconocer que se me han acumulado las lecturas, y en los dos próximos meses espero dedicar el tiempo para comenzar a leer o terminar de leer, según el caso, esos libros apilados encima de mi mesa de trabajo a los que miro con deseo y pasmo: no son lecturas baladí.
Hace algún tiempo, compré el primer volumen de “Prosa musical: Historia y crítica musical” de Gerardo Diego. Es un libro de la editorial Pre-Textos, publicado en 2014. En él se recopilan con exquisitez una serie de artículos escritos por Gerardo Diego a lo largo de su vida. Me planteé su lectura como una tarea lenta, para saborearla. Aún no lo he terminado de leer. Tiene enjundia y me parece que muchas personas que solo conozcan la faceta de Gerardo Diego como poeta se van a llevar una agradable sorpresa. En mi opinión, no hay nada más difícil que escribir sobre música y nada más aburrido que leer sobre música. ¡Qué diantres! ¡La música está para escucharla no para leer sobre ella! Si bien a esta opinión no le faltan visos de realidad, lo cierto es que cuando quien escribe tiene pluma fina y poética, el resultado es, sin duda, lectura obligada. Para quienes no lo sepan: Gerardo Diego era músico, un músico que armonizaba las palabras con exquisita lucidez, audacia y sabiduría, amigo personal de Manuel de Falla (1876-1946), quien escribió para Don Gerardo alguna que otra obrita.
Los textos de este primer tomo los escogió y ordenó con muy buen criterio Ramón Sánchez Ochoa, profesor de Estética e Historia de la Música del Conservatorio Superior de Música de Valencia. La labor de documentación y archivo estuvo a cargo de Elena Diego Marin, primogénita de Gerardo Diego y vicepresidenta de la Fundación Gerardo Diego. Para quienes tengan la suerte de viajar a Cantabría (o de vivir allí), pueden visitar la sede de esta fundación en Santander, en la calle Gravina, 6.
Hace poco salió a la venta el segundo tomo de Prosa Musical, esta vez subtitulado “Pensamiento musical”. ¿Qué es la música? ¿Qué extraña relación mantiene el sonido con el silencio? ¿Puede una partitura describir un paisaje o expresar una idea? Gerardo Diego da respuesta a alguna de estas preguntas en el segundo volumen de Prosa Musical. Apenas he comenzado a leerlo, pero ya el primer artículo titulado “Profundo y elevado” es una muestra clara de la grandísima sensibilidad lingüística y musical del músico-poeta santanderino.
A estos dos tomos de prosa quise añadirles los “Poemas musicales”, una antología de la poesía musical de Gerardo Diego publicada en la editorial Cátedra. No podría ser de otra forma: prosa, poesía y música juntas. Considero que estas tres lecturas (a fuego lento, para saborearlas, como cuando se hace un buen caldo, jugoso) son obligadas para cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad musical, porque como decía el poeta cántabro: La pena de sentido es la más honda. Y de todas las penas, la pena del oído.
El otro día, pregunté a mi madre cuál era en su opinión mi mayor defecto. Acudí a ella porque “quién mejor que una madre para dar una opinión neutralmente materna”, es decir, que lo que diga no lo dirá para hacerte daño, aunque en realidad te siente peor que una patada en las pelotas si eres hombre o, siguiendo con el juego de la pelota, peor que te quedes embarazada de penalti si eres mujer. La verdad es que mi madre no tuvo que pensar mucho para darme la respuesta, más bien al contrario. Fue como si al dispararle con mi inquisitoria sentencia se le activara de inmediato el resorte de la más clara de las clarividencias y los músculos de las cuerdas vocales se le aprestaran a conformar mecánicamente los sonidos que por su boca salieron con la más hiriente naturalidad: «Eres un poco sabihondo, hijo». Yo me quedé como que no sabía muy bien que contestar, esto es, dudando entre espetarle contrariado que su apreciación aparte de impertinente era equivocada o asentir aguantando el tirón de la patada rastrera que me acababa de asestar en las pelotas de mi resabido orgullo. Finalmente, ni lo uno ni lo otro. En ese momento me vinieron a la cabeza recuerdos de la infancia y concluí que sí, que aquel niño repelente y resabido de hacía años se había guardado muy bien de reservarse un papel importante en mi personalidad. Mi madre luego intentó arreglarlo —ignoro si porque percibió algún gesto de iracundia contenida en mi rostro o porque, en efecto, sintió que lo que había dicho no se ajustaba a la realidad. «Bueno, no es que seas sabihondo, sino que dices las cosas así… —y mientras decía esto, apuntaba con los dedos índices a uno y otro lado—, esto se hace así, esto se hace asá… vamos, que eres un dictador». El remedio fue, quizás, peor que la enfermedad. No sé que es peor, si que te llamen sabihondo o dictador. Dicho aquello, mi madre salió por la puerta hacia la calle para hacer algún recado y con la satisfacción del deber cumplido.
Sabihondo o dictador. Después de reflexionar algunos segundos —estoy tan acostumbrado a reflexionar que he adquirido gran destreza y velocidad en la elaboración de mis conclusiones— me di cuenta de que, realmente, la valoración de esos dos calificativos maternales no debía hacerse en términos de bueno o malo sino de contenido epistémico: sabihondo, que alardea de sabio; dictador, que actúa de modo autoritario o tiránico, persona cuyos dictados se siguen sumisamente. Pues ni lo uno ni lo otro se ajusta en rigor a mi persona. En primer lugar, no alardeo de sabio, aunque sí que es cierto que alardeo de algunos conocimientos, sobre todo lingüísticos, que para eso los tengo. Hay gente que prefiere alardear de coche, casa, dinero, novia o novio… Yo, a falta de coche, casa, dinero y novia, alardeo humildemente de lo único que me pertenece realmente: mi pensamiento. En segundo lugar, tampoco soy persona que dicte y a quien los demás sigan sumisamente. Quizás sea que hay ciertas cosas que hago mejor que otros y, en lugar de perder el tiempo explicando inútilmente algo que esas ingenuas mentes jamás entenderían, prefiero decir esto se hace así y ¡Santas Pascuas! El consenso está muy bien cuando las personas tienen precisamente eso, senso. Es más, yo lo defiendo, pero no dejo de reconocer que, en ocasiones, las propiedades analgésicas del consenso se vuelven un tanto cefalálgicas. El dolor de cabeza que puede llegar a producir el sentido común, ese consenso, es tan molesto que a veces a uno no le queda más remedio que administrarse las píldoras de la sabihondez y de la dictadura, no tanto como analgésicos del dolor propio sino como agentes provocadores de dolor en los demás, por ver si ellos se administran la píldora de la sabiduría y de la democracia en igual proporción. No, si ya lo decía mi madre: ¡Repelente niño Vicente!
Arcangelo Corelli nació en Fusignano en 1653 y se crió en los alrededores musicales de Bolonia. No en vano, más tarde se le daría el apodo de “il Bolognese” (el boloñés). Sin embargo, fue Roma el lugar en el que Corelli desarrolló la mayor parte de su carrera musical. De hecho, a partir de 1675 se le encuentra en la Ciudad Eterna como miembro de varias agrupaciones musicales. Pronto entró al servicio de los principales mecenas de la época: la Reina Cristina de Suecia (1626-1689), después el Cardenal Pamphili (1653-1730) y, finalmente, el Cardenal Ottoboni (1667-1740). Por entonces, era Roma una estupenda ciudad para un músico joven, una ciudad rebosante de oportunidades artísticas. A lo largo de su carrera, Corelli se codeó con los compositores más importantes de su tiempo, entre ellos Alessandro Stradella (1639-1682), quien le dio la idea del concerto grosso, Bernardo Pasquini (1637-1710) y Alessandro Scarlatti (1660-1725), quienes fueron miembros de la Accademia dell’Arcadia junto con Corelli. Ya al final de su vida, cuando Corelli dirigió la orquesta que estrenó La Resurrezione, también conoció a George Friedrich Händel.
Todos esos encuentros fueron una fuente de inspiración y de muy distintas influencias que dieron alas a un estilo muy personal. De hecho, rápidamente la mayoría de las obras de Corelli se convirtieron en modelos que otros copiaron innumerables veces. A pesar de que Corelli no creo ningún nuevo género y de que tampoco contribuyó con ninguna innovación específica a la técnica del violín (Corelli era un virtuoso violinista), sí que compuso sonatas y concerti grossi de tal perfección formal que estas obras calaron en el discurso orquestal europeo durante las siguientes décadas.
Cuando el impresor Estienne Roger (1665/66-1722) editó los Concerti Grossi opus 6 en 1714, en Amsterdam, Arcangelo Corelli (1653-1713) ya llevaba muerto unos cuantos meses. Corelli había llegado a un acuerdo y firmado un contrato en 1712 con Roger para la publicación de su última obra. Quienes quieran disfrutar de una excelente interpretación de la integral de estos conciertos pueden acudir al sello Outhere. La violinista francesa afincada en España Amandine Beyer y su conjunto instrumental Gli Incogniti han hecho una fabulosa grabación que, al igual que Roger North (1651-1754) dijera de los conciertos de Corelli en su día, es “el pan de vida” de cualquier persona que quiera comprender los orígenes de la forma sonata y del concierto moderno.
El mes de diciembre de 2015 fue un tanto particular para mí, porque fue en él cuando emprendí la lectura de dos libros: “Las armas y las letras” de Andrés Trapiello y “El ingenioso hidalgo Don Quijote” de Miguel de Cervantes. El primero de ellos se lo recomiendo a cualquier persona que quiera aprender algo de literatura e historia durante la Guerra Civil española. Es un libro de referencia que me ha dejado muy buen sabor de boca. Y me sirvió de acicate para abordar la lectura del “Quijote”, aunque confieso que fue un poco más por “cabezonería” que por placer.
A lo largo de mi vida empecé a leer este libro enésimas veces y otras tantas lo dejé. Así que hacia mediados de diciembre me dije: “Te lo lees de cabo a rabo y de una tirada; si no, jamás lo terminarás”. Y eso fue lo que hice. Fue una lectura enriquecedora. En algún momento solté alguna carcajada leyéndolo, pero también hubo momentos de tedio y lectura anodina. ¿Es “El Quijote” la mejor novela en español? Yo no me atrevería a decir que sí. ¿Es un muy buen libro? Sin duda. Sin embargo, abordar su lectura requiere preparación y tiempo.
Cuando hablaba antes de “cabezonería” me refería a que mi objetivo era más bien terminar de leer el libro que leerlo por mero disfrute. Y en ese empeño iba implícita una aspiración personal que a algunas personas podría parecer banal, pretenciosa e inútil en partes iguales, a saber: haber leído tres novelas que muy pocas personas han leído y de las cuales se habla sin conocimiento de causa en la mayoría de casos. ¿Cuáles son estas tres novelas? La ya mencionada de Miguel de Cervantes, “Yo El Supremo” de Augusto Roa Bastos y “El hombre sin atributos” de Robert Musil.
A veces, solo a veces, uno consigue sus objetivos por mero empeño y de forma irracional. Y esa es la única motivación. No hay más razón. Quizás en mi caso haya también algo de vanidad o vanagloria, es decir, que también haya entrado en juego el placer (totalmente irracional y para la mayoría de personas inútil) de poder presumir (sí, presumir, porque leerse esas tres novelas no es moco de pavo) ante amigos y no tan amigos de haber leído esos libros.
Conclusión: si quieres conseguir algo, empéñate en ello.